Hay días en los que despertamos con la sensación de que el mundo nos exige más de lo que tenemos para dar. Con la confianza un poco baja y con ganas de sentirnos más empoderadas. En mi caso, sentirme empoderada tiene mucho que ver con priorizar mi cuerpo y mi mente, con sentirme cuidada y querida (por mí, ante todo). Por eso, intento llenar mis días de pequeños hábitos que empoderan, acciones que me hagan sentir más presente, más escuchada y, por qué no, también más guapa.
Con el tiempo me di cuenta de que, a veces no se trata de grandes decisiones, sino de pequeños gestos diarios que me den una recarga de confianza en esos días en los que me siento menos yo.
Hábitos Que Empoderan (y pequeñas acciones que hago por mi confianza)
Otro gesto que me llena de confianza tiene que ver con algo tan básico como un perfume. Puede sonar bastante superficial, pero para mí es todo lo contrario. Se trata de algo mucho más profundo que eso. Un perfume es una declaración sutil de quién soy, una extensión de mi personalidad, y puede hacer mucho por mi confianza. ¿No te ha pasado que, justo antes de salir, usas tu perfume favorito y tu seguridad se duplica, como si te sintieras lista para lo que sea? A mí, sí. Es un hack para empoderarme, y por eso, siempre llevo en mi cartera un perfume pequeño o un aceite aromático en roll-on. Ese toque de aroma en medio de un día caótico me devuelve a mi centro, como si me recordara quién soy. A veces lo reemplazo por una crema de manos perfumada (mi favorita es la de almendra de L’Occitane). No subestimo el poder de la fragancia, y tu tampoco deberías.
Pero algunos de los hábitos que más empoderan no son materiales. Uno de mis favoritos es empezar la mañana con una lista de abundancia. Escribo al menos tres cosas que tengo y que me hacen sentir afortunada, o tres cosas que deseo atraer, como si ya fueran parte de mi vida. Pienso en las personas que me rodean, en lo que hago cada día, en lo que he logrado, en lo que agradezco. Esta práctica cambia por completo la forma en la que miro mi realidad. Entreno mi mente para enfocarse en lo que suma, en lo que nutre mi confianza.
Y, por supuesto, algo que nunca falla: mover el cuerpo. Hacer una pausa para caminar, entrenar antes o después del trabajo, estirarme por un par de minutos. El simple hecho de moverme me recuerda que estoy viva. Y eso, por sí solo, ya es motivo suficiente para sentirme empoderada.
Incorpora a tu rutina todo lo que te haga sentir bien contigo misma. Esos pequeños gestos que, repetidos cada día, se convierten en hábitos. Y esos hábitos, con el tiempo, se transforman en una forma de vivir. Porque al final, el empoderamiento es como un músculo: cuanto más lo ejercitas, más crece.