Para algunas personas el silencio es incómodo, un sinónimo de aburrimiento. Para mí, ciertamente lo era. Hubo un momento en el que no me gustaba en absoluto. Prefería la bulla, el caos, cualquier cosa que no me obligara a pensar demasiado. No es que el silencio me resultara insoportable, pero sí lo asociaba con la sensación de que algo faltaba. Pensaba que si la casa está muy silenciosa significa que le falta vida o que si alguien está muy callado significa que le falta estar a gusto.
Fue durante estos últimos años cuando me encontré de frente con el silencio y me vi obligada a hacer las paces con él para descubrir la importancia que tiene. Pero este descubrimiento no llegó de golpe, fue poco a poco, como una de esas lecciones que entendemos solo al crecer.
Aprender a querer el silencio
Inspírate a vivir en silencio
Es curioso como algo que antes me incomodaba, hoy se ha convertido en una herramienta para sentirme más en calma. Ya no subestimo el poder del silencio ni la seguridad que trae. Y cuando me alejo de él, me hace falta.
Ahora mismo estoy escribiendo estas líneas en silencio, sentada junto a la ventana, con nada más que los sonidos del exterior acompañándome. Y me gusta. Es mi momento de calma, un instante solo para mí. El silencio me permite vivirlo plenamente. Y espero que al leer esto te inspires a vivirlo tú también.